Yemayá, es la diosa y señora del agua, es también considerada la madre de todos los Orichás, también se le conoce como Olokum, Yembó y Yemmú. A ella se le atribuye la creación del mundo de Ifé, ciudad sagrada de los yoruba.
Sus festejos duran varios dias, en honor a ella que es la representación de la fecundidad, en Africa es representada como una mujer hermosa y embarazada, llena de vida, con senos muy grandes. Yemayá es una mujer hermosa de mediana estatura, negra como el carbón, con el pelo totalmente rizado. Ella es una madre admirable, siempre valiente e imponente y pobre de aquel que lastime a uno de sus hijos por que entonces es considerada como bruja temible.
Yemayá se entretiene cazando, pescando y jugando; es diestra con el machete y posee una personalidad indomable y sagaz, quien la tenga asentada, antes de pronunciar su nombre, tiene que tocar con las yemas de sus dedos el suelo en signo de saludo a ella y fidelidad y besar sus yemas cubiertas de la huella del polvo.
Ella es el ejemplo de un amor filial, vive en el agua principalmente en la del Mar, hubo un tiempo que gobernaba también el agua dulce de los rios pero esa tarea se la compartio a su hermana Ochun, quien ahora reina y vive ahí, constantemente ellas se comunican entre si y se dice que Yemayá quiere a los hijos de Ochun como suyos por la conección que guardan y atesoran entre ellas.
Yemayá es la madre del mundo, es por eso que todo nace con ella y es una de las deidades más grandes del panteón yoruba, cuando ella se enoja no la calma nada; provoca calamidades a las personas que la ofenden.
Yemayá es amiga del baile, la ostentanción y la buena compañia, aunque es severa, también es alegre y sabia. Protege a sus hijos de las afecciones relativas al vientre y al abdomen y de todo lo que implique daño o muerte por agua dulce o salada, lluvia o humedad.
Es conocida como la Virgen de Regla, y cuenta la leyenda que en Africa, en 1660, se érigio en el Caserio de Regla, una imagen de la virgen. Se dice que el Obispo Africano llamado San Agustin, tuvo una revelación, donde un angel le ordenaba tallar en madera una imagen que adornaria su oratorio.
Sin embargo no fue hasta 17 años despues de la muerte de San Agustin que uno de sus discipulos llamado Cipriano, conocedor del secreto, se embarcara con la imagen para evitar que fuera profanada por los barbaros, se embarco en una pequeña nave y llegó a un punto de las costas de España, cercano al lugar que hoy ocupa la Virgen de la Regla, en la Villa de Chipiona, Cádiz.
Se dice que a pesar de una tormenta que los sorprendió, la imagen no sufrio deterioro alguno, considerandose éste su primer milagro, que fuera comentado ampliamente por los marinos y pescadores. Finalemente la tradición se encargo de convertirla en patrona y protectora de todos los marinos.
Así Juan Martín de Coyendo comenzó a construir con sus propias manos y con la ayuda económica de don Alonso Sánchez Cabello, comerciante habanero, una ermita de mampostería que quedó terminada en 1664, mismo año en que llegó a la Habana una nueva imagen de la virgen llebada por el sargento mayor don Pedro de Aranda. Fue instalada en aquella ermita donde fue objeto de mucha devoción, y el 23 de diciembre de 1714, fue proclamada patrona de la bahía.
Oración a la Virgen de la Regla.
Majestuosa, omnipotente y eterna madre universal.
Poderoso principio, génesis de la vida toda.
Dueña de los tesoros del mundo.
Soberana en tus dominios de mar.
Por ti fuimos, somos y seremos.
Tú que tienes el corazón siempre abierto al perdon
y comprensión de tus hijos, tu que sirves de guía
en el mar borrasoso de la vida, tú que la naturaleza concediste,
Ante ti, oh madre, vengo humildemente, rendido a tus pies.
Recibe esta ofrenda que con amor hoy te entrego,
madre protectora, sabia y guerrera,
ayudame a llegar a puerto seguro.
Amén.
Alabanza a Yemayá
Yemayá que estás lejos en el mar, dueña del agua,
tú que comes carnero, madre de cabello de plata,
que pares la laguna madre,
nuestra protectora, mujer perfecta y única,
que extiendes el mar, que eres sabia,
sálvanos de todos los peligros y la muerte,
ampáranos Yemayá.